- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Mi tercer viaje en kayak a la isla.Esta vez abandoné el viejo modelo "510" que tan exitosamente me llevara en dos ocasiones anteriores a la isla, y también al Encuentro 2005 Dolores-San Clemente que organizan Alfredo Barragán y Jorge "El Vasco" Iriberri.
Esta vez iba a pilotear un gran e inestable (para mi gusto y entrenamiento) Weir Markopolo I. La partida se componía de Hernán Gutiérrez liderando con su experiencia y su GPS, al comando de un 4.30 derivado de un modelo para carreras de aventuras, Guillermo Martín y su compañero Alejandro, ambos piloteando un kayak de dos puestos modelo "Sherpa", producido por Plásticos Tigre, de Damián Figueroa.Y por supuesto, quien suscribe, al comando de un para el momento recién adquirido y aún casi no probado Weir Markopolo Modelo viejo, con timón.En este kayak, dado su tamaño, el timón es imprescindible.
Me encontré con Hernán Gutiérrez estirándome hasta su casa y ayudándolo a cargar su kayak en el techo de su auto, luego cargamos mis cosas y fuimos a Perú Beach por mi kayak, quien compartió portaequipajes con el de Hernán en el techo de su auto.
Bajamos los kayaks, ya Guiye Martín y su amigo estaban en la legendaria rampa del Club Hispano esperándonos.
Terminada la carga, embarcamos y zarpamos.
Hechos los primeros metros de la travesía, cruzando el río Luján hacia el Arroyo Gambado, observé que el Markopolo con carga se pone muy estable sin perder demasiada velocidad, "achanchándose" sensiblemente menos que el "510".
El camino fue Gambado, Sarmiento, Arroyo Espera, Arroyo Rama Negra, saliendo al Capitán y el Toro y deteniéndonos a almorzar en el recreo "Paso del Toro", en una pintoresca mesa al lado del toro blanco de hormigón armado que custodia el lugar.
Almorzados, seguimos por el Arroyo Toro, Arroyo Antequera, cruzamos el Paraná de las Palmas, Río Capitancito, Aguaje del Durazno, y a la izquierda en el Río Chaná. Allí, a pocos metros, ya con la última luz del día, nos paramos en las escaleras y muelle de una casa a tomar un refrigerio que constaba de algunas galletas y algunas latitas de bebidas tónicas.
Matizando con el refrigerio, los típicos mosquitos del Delta.Insecticidas y repelentes hicieron su aparición.
Seguimos, ahora guiados por el resplandor de la noche, por un para mí interminable Río Chaná (ya estaba bastante cansado) rumbo al Club Motonáutico, al cual llegamos bien entrada la noche.
El Paraná Miní estaba alto, y como amenazando creciente. Casi desembarcamos en los jardines del lugar. Entonces, acampamos dentro del teatro, un lugar que aparte de ser bajo techo es alto.Ducha, recobrar el aspecto humano con algo de ropa limpia, cena en el restaurante del club, llamado a nuestras casas desde el teléfono de allí (no encontramos señal celular) y a la cama... digo a la bolsa de dormir.
La mañana siguiente también el río estaba llamativamente alto, pero no llegó hasta donde estacionamos los kayaks.Previo a irme a dormir tuve la precaución de colocarle el cubre ciego, dejar bien empacado todo como para rápidamente guardar la carpa y la bolsa, y empezar a navegar, los tambuchos bien cerrados, la pala bien ajustada en los cordajes de cubierta, y dejar el kayak atado firmemente a un árbol, no sea cosa que el agua crezca y el kayak se mande mudar flotando y lo pierda.
A la mañana siguiente arrancamos aguas abajo del Paraná Miní.Con la guía de Hernán Gutiérrez y su GPS, seguimos navegando aguas abajo por el Miní, doblar a la izquierda por el Barca Grande, y luego de navegar un buen rato desembarcamos en la Isla Oyarvide a comernos un rico asado preparado por los muchachos, con carne que habíamos traído el día anterior y que "durmió" en las heladeras del Club Motonáutico. Guillermo Martín y su amigo sacaron los cuchillos y con ramas del lugar, que pelaron diestramente, improvisaron un "spiedo" de lo más ingenioso y de lo más eficaz. Nunca comí carne tan bien hecha, ni aún en parrillas establecidas. Reembarcamos, y corriente en contra en el canal Lancha Petrel, que nos costó un centenar de metros de "remarla fiero" ya que apenas avanzábamos, entramos al Canal Buenos Aires.
Ya la isla Martín García se veía en el horizonte, y las aguas se encresparon un poco. El Markopolo se comportó bien... conservó su paso, mientras que el Sherpa y el 4.50 de Hernán debieron bajar un poco la velocidad por el oleaje. Lanchas de prefectura patrullando, y finalmente la isla se dejaba ver cada vez más grande y el punto de desembarco iba tomando forma.
Llegamos.
Subir los botes desde la playita al costado del espigón hasta la calle, luego remontar la subida hasta la antigua cárcel.El Sherpa era un tema moverlo en tierra: cargado hasta la manija, pesaba un montonazo. Entonces sugerí que entre los cuatro lo moviéramos, pasando dos ramas gordas y resistentes por las manijas de nariz y de cola, y cada uno de los cuatro tomando un extremo de dicha rama, repartiendo el peso entre cuatro personas. Funcionó. En un periquete estuvo en la calle.
No recuerdo quién me ayudó con mi kayak hasta la calle, creo que Alejandro, el compañero de Guillermo Martín, pero para no joder a nadie más, armé el carrito (venía en el tambucho, je, je) y lo llevé de la salida del bosquecito hasta la cárcel yo mismo.
Gran invento el carrito... Gran invento...
Toma de datos por la prefectura a la entrada de la cárcel, como si ésta fuese un gran garaje y ellos los garajistas...
Más tarde terminaron llegando el Capitán Burbuja (Martín Stern) y sus compañeros, Alejandro Calvi y su prima, ambos de Campana. Había otra persona con ellos pero no recuerdo quién era.
Luego, llevar al campamento la carpa y lo indispensable... Recupero del aspecto humano con la ducha y la ropa limpia, y al teatro a saludar colegas, darse a conocer, conocer a otros más que eran simples letras en la lista, y el sorteo de premios. Gané un sujeta anteojos, pero lo devolví porque ya tenía uno. Que lo sortearan de nuevo para otro colega que no tenga.Recibí la clásica remera de souvenir y un calco que se pensó para pegar en el kayak, al estilo de las banderas enemigas que los pilotos de caza pegan o pintan en sus aviones simbolizando un enemigo derribado, pero que decidí llevar a mi padre como "souvenir" a falta de algo mejor. Lo colocó en la tapa de su agenda.
Mi grupo de remo estuvo compuesto de buenas personas, pero Hernán Gutiérrez, dado su pasado de competidor, navegaba rápido, y el doble, como tiene mayor relación peso/potencia que un kayak single, y se trataba de un "Sherpa" (navío rápido e hidrodinámico si los hay) sucedió que según comentaba Hernán, "me llevaron flameando".
De resultas, en la isla estaba reventado de la fatiga.Fui a la cena al Solís, charlé con los muy por mí estimados Pepe Suárez, Beto Soriano y Gustavo Dobson, y me fui a la carpa.
Calculaba descansar el sábado y volver el domingo.La vuelta, por una cuestión de corrientes, puede hacerse en un día largo de remada, en el que no suele importar mucho la hora a la que se llegue porque se llega a aguas conocidas y a casa.
Pero no.
Como el clima no prometía, decidimos salir el sábado.
Mis planes de dormir y descansar se frustraron...
Vuelta a cargar todo en el kayak, Prefectura tomando lista otra vez, bajarlo a la playa (esta vez lo bajó el tractorcito), y a navegar de vuelta. Yo ya estaba "quemado" de fatiga.
Fue un día largo de remo, con paradas, desandando lo andado, pero con la variante de cambiar el itinerario: bajamos hasta el Arroyo Diablo y paramos a comer (y a descansar, hecho muy apreciado por mí en mi lamentable estado) en el "Camping del Diablo", con la amigable presencia de su dueño y único habitante (aparte de algún perro) Don Roberto.
Seguimos... Bajos del Temor, Aguaje del Durazno, Capitancito. Al llegar al Paraná de las Palmas yo pedí unos minutos de pausa al grupo, porque no daba más. Algo repuesto, se decidió ir a pasar la noche a "el recreo del diario Clarín", conocido así no por su relación con dicho medio de prensa (nada que ver en realidad) sino porque en su ramblita para pescadores aún puede verse un viejo cartel de propaganda de dicho diario.
Las opciones allí eran una ducha, dormitorios ó armarse la carpa afuera. Opciones? Jaja. La construcción es una casa de madera supongo yo de principios o no más de mediados de siglo, en un estado bastante deplorable tanto de conservación como de higiene.Maderas podridas en los pisos cubiertas con alfombras, baños sin agua y en bastantes malas condiciones de higiene, los "dormitorios" son habitaciones con camas de hierro con elástico emparchado con alambre y viejos colchones de lana con el una vez azul cotín descolorido hasta el blanco amarillento manchado producto de los años y de la humedad.
Preferí bañarme en el río y dormir en mi carpa. No suelo ser estrecho ni asqueroso, pero no quería correr riesgos, jeje.
El río estaba alto, y no parecía tener ganas de bajar.
Armé mi carpa en el lugar más alto que encontré, dejé el kayak atado a una palapa que había, cené con los muchachos en el "dormitorio" y me fui a dormir.
El río me dejó dormir tranquilo, pero en la mañana los muchachos seguían viaje temprano.
Reventado de fatiga como estaba, les dije que se fueran sin mí, total ya estaba cerca, conocía el terreno, y en mi estado no podía sino darles problemas.
Pero no pude dormir mucho más.
El río empezó a subir, llegando subrepticiamente desde atrás, desde los costados, ese hilito de agua que se hace un charquito y que luego empieza a desdibujar el suelo... bueno, levantarse rápido, tirar todo dentro del kayak... rápido, que se viene el agua.
Y el río seguía subiendo, creo había sudestada. Tanto fue así que la noche anterior subimos los kayaks un poco hasta el jardín donde durmieron, pero ahora el kayak casi flotaba. Cuando terminé de guardar todo no hizo falta ayuda de nadie, el kayak ya literalmente flotaba, hasta conmigo arriba, así que me subí y me fui remando aguas del Paraná de las Palmas abajo.
El plan era ir por el Paraná de las Palmas hasta el Canal Honda/Río Urión, recalar en "El Fondeadero", hasta el Río Luján y Río de la Plata hasta "Perú Beach", mi destino. Pero la fatiga acumulada se hacía sentir, y el Paraná estaba algo encrespado, así que entré por el Río Capitán, y me paré a almorzar y descansar en el recreo del Toro. La playa había desaparecido, casi que bajé del kayak en el césped.Almorcé, y seguí.Pero tan cansado estaba que demoré un montón, me paré a descansar y comer un chocolate en la playa de la Isla Sarthou, en el río San Antonio... ya se apreciaba la corriente en contra de la sudestada, que me demandó un costoso esfuerzo para avanzar (costoso por la fatiga acumulada que traía). San Antonio, doblar por Vinculación, el Río Luján... Y la costanera de San Fernando, con agua hasta la mitad de las barandas. Altísimo el río.
Terminado el Luján, olas altas en el cachito de Río de la Plata entre el puerto de yates de San Isidro y Acasusso, donde está Perú Beach. Pero como el oleaje lo tenía de frente fue fácil, nomás las sacudidas típicas, pero como ya había consumido las provisiones el kayak venía muy falto de peso y estaba un poco inestable.
Pero llegué bien... bien AGOTADO (más que cansado, con cansancio acumulado).
Desembarqué y acomodé todo, limpié y guardé el kayak y llamé a mi padre que me venga a buscar. Mientras llegaba, me bañé y me puse ropa limpia y me tomé una aspirina para no dar el aspecto de un kayakista "choto" (que lo soy) abatido por el viaje.
En el auto dejé a mi papá hablando solo... me quedé dormido.
Me desperté ya en la puerta de mi HOGAR, DULCE HOGARRRR... al percibir que el motor del auto se detuvo.
FIN (De esta travesía... EL CHOTO volverá...)
Por Carlos Patricio Viña.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario